lunes, diciembre 17

Sol primero

A menudo, cuando hablo del sol
se enreda en mi lengua
un clavel rojísimo, enorme,
pero me es incómodo callar.

Odysseas Elytis

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I

Ya no conozco la terrible noche anónima de la muerte
En la bahía de mi alma está anclada una flota de astros
Estrella de la tarde centinela para que brilles
Cerca del viento etéreo de una isla que me sueña
Y para que yo anuncie la aurora desde sus altas rocas
Mis dos ojos te abrazan navegando en la estrella
De mi justo corazón: ya no conozco esa noche.

ya no conozco los nombres de un mundo que se me niega
Adivino claramente las conchas las hojas los astros
Mi odio es superfluo en las calles del cielo
A menos que sea el sueño que me vuelve a mirar
Para que cruce con lágrimas el mar de la inmortalidad
Estrella de la tarde bajo la curva de tu fuego dorado
La noche que tan solo es noche no la conozco ya.

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domingo, diciembre 16

II

Cuerpo del verano


Hace tiempo que se escuchó la última lluvia
Caer sobre las hormigas y las lagartijas
Ahora se quema el cielo inmenso
Las frutas se pintan la boca
Los poros de la tierra se abren poco a poco
Y junto al agua que gotea silabeando
Una planta enorme mira de frente al sol.

¿Quién es ése que descansa sobre la arena
Fumando de espaldas hojas de olivo de humo plateado?
Las cigarras se calientan en sus oídos
Las hormigas se deslizan por la hierba de su axila
Y entre las algas marinas de sus pies pasa ligera
Una ola vertida por una sirenita que cantaba:

"Oh cuerpo del verano desnudo quemado
Carcomido por el aceite y la sal
Cuerpo de roca y estremecimiento del corazón
Un gran viento orea la cabellera de mimbre
Aroma de albahaca sobre el rizado pubis
Lleno de estrellas y agujas de pino
Cuerpo profundo embarcación del día"

Llegan lluvias ligeras impetuosos granizos
Pasan azotando la tierra en las garras de la nieve
Que se ennegrece en las profundidades por las olas furiosas
Las montañas se arrojan sobre las ubres cargadas de la nube.

Pero ante todo esto sonríes indiferente
Y vuelves a encontrar tu hora inmortal
Como te vuelve a encontrar el sol en las playas
Y en medio de tu saludable desnudez te encuentra el cielo.

III

Día bruñido caracol de voz me creaste
Desnudo para caminar en mis domingos cotidianos
Desde los mares diste la bienvenida a todo
Sopla al viento acabado de conocer
Extiende un prado de ternura
Para que el sol deslice su cabeza
Y encienda con sus labios las amapolas
Ls amapolas que cortarán los orgullosos hombres
Para que en su pecho desnudo no haya otra señal
Que la sangre del desprecio que borró la amargura
Hasta llegar a la memoria de la libertad.

Hablé al amor la salud de la rosa y el rayo
Que directo y solitario encuentra al corazón
Sobre Grecia que pisa con firmeza el mar
Sobre Grecia que me pasea siempre
Por montañas desnudas con su gloriosa nieve.

Doy la mano a la justicia
Diáfana fuente manantial de la cima
Mi cielo es profundo e inmutable
Lo que amo nace sin cesar
Lo que amo está en el principio de todo.

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IV

Al beber el sol corintio
Al leer las ruinas de mármol
Al cruzar a zancadas viñas y mares
Al apuntar con un arpón
A un pez exvoto que resbala
Encontré las hojas que la plegaria del sol memoriza
La vívida tierra que el deseo se complace
En abrir.

Bebo agua corto frutos
Se pierde mi mano en el follaje del viento
Los limoneros diseminan el polen del verano
Los pájaros verdes rasgan mis sueños
Me voy con una mirada
Mirada amplia donde el mundo resurge
Hermoso desde el principio a la medida del corazón.

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V

¿Cuál brote inapreciado amenaza a la abeja?
El viento encuentra compañía en el follaje ondeante
La tierra firme se tambalea
En la espuma de las hojas las zarzamoras desplegan las velas
La última travesía se parece a la primera.

Oh que se rompan las piedras y se doblen los hierros iracundos
Que llegue la espuma hasta el corazón nublando los fieron ojos
Que el recuerdo se convierta en una ramita de yerbabuena
perenne
Y se precipiten los vientos festivos desde su raíz
Que ahí bajemos la frente
Que estén cerca nuestas cosas radiantes
Cuando el anhelo extienda su mano
Que alabe cada lengua la bondad del día
Y resuene apacible en las venas el pulso de la tierra.

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domingo, abril 30

Feliz primer tercio de cumpleaños!!


















miércoles, abril 26

De Bitácora de los puertos extraviados

Evocaciones

En realidad no lo vimos llegar. A esa hora la calle de palmas baja el ritmo de sus pasos incesantes y la sombra la cubre. Los cafes estaban llenos. Debajo de un árbol, el nuestro había sido el único lugar disponible para sentarse. Tal vez la única viandante con abrigo en todo el centro histórico, se detuvo unos segundos a mirar el costado de su falda en el aparador de enfrente. El hombre del sombrero se había acomodado en una jardinera entre dos sillas. Nosotros comenzábamos la sobremesa. Cuánto tiempo llevaba allí: su atención centrada -tal vez- en extraer el instrumento y continuar, intacto el ánimo, recargar el estuche junto a él, concentrarse en palpar la tensión de las cuerdas que, con toda certeza llegaron afinadas, en medir el aire, dispuesto a evocar algo, quizás a él mismo, en el cielo estrecho que queda entre los edificios. Cuando comenzó a cantar todo fue un poco más claro. Nos miramos. Las estrófas desconocidas eran más bien improbables. Sólo entonces comenzamos a escuchar. El hombre terminó y se fue. Sencillamente se fue y nadie tuvo que hurgar en sus bolsillos de manera incómoda. Y sin comprender pero confiando, continuamos juntos el resto de la tarde. Todavía.

viernes, abril 21

Vine por él


Han










Están a punto de cumplirse cuatro meses. Dar a luz no es tal, sino recibirla.

jueves, abril 20

Llamado del Hijo

Por una y otra vez
como el tallo doblado,
desnuda a mis oídos
tu voz se me levanta.

Todo me engaña y voy:
mi corazón hundido,
la luz de miel y cera,
mi dolor y mi sed.
Yo me tiré a beber
de un río bajo tierra.
Tengo húmeda la boca
y ganas de llorar.

El viento me desata
una flor en el pecho.
Se me pone a cantar
el hijo que no tengo.

Vine por él,
espero que amanezca.
Reviente el fruto, el vientre, la azucena.
Estos colores míos engañosos
como la flor para la abeja son,
para que venga.

Bajo tu cuerpo el mundo
rumoroso en la lucha.
Suena, amorosa flauta de mi sangre.
Quiebra mi cuerpo, tierra,
para que pase.

Bella música el agua,
fiera contra nosotros
y amorosa en su cauce.

Te daré lo que tengo:
este poco de viento
que escapa entre mis dedos,
que es el dulce dolor
de estar viviendo.

Dolores Castro

jueves, septiembre 8

Este es el viaje

Crónica del 29

A Raquel, por la poesía que ilumina.

Te ayudaré a venir si vienes, y a no venir si no vienes.
Antonio Porchia

1
Varios días habían pasado desde que su función consistía en descifrar la vida lentamente con astucia, para extraer de ella la fragancia, las palabras, las miradas con las que se construyen los sueños sólidos. Era julio. Ustedes platicaban, iban a dar las doce de la noche y para los dos había pasado la tormenta. Tú hablabas a oscuras porque hay cosas que se iluminan mejor así; afuera los grillos se movían con la llovizna y los últimos relámpagos. Ella preguntó entonces ¿qué quieres hacer mañana? Ya es hoy, dijiste.

Ella sabe; lo vio o lo soñó, sólo ella sabe. Lo que pasa es que a veces el tiempo juega a las estaciones. Tú la contemplas luminosa sobre todas las cosas. No crees en el destino pero lo vives incesantemente. Se miran y le dices, Tu mirada de brújula fenicia me marca siempre el rumbo, eres como un faro en medio de la noche. Ella sonríe, e insiste en preguntar qué quieres hacer. Quiero nadar un rato, dices, aunque te suene demasiado a símbolo; pero lo único que quieres es volar leve y fugitivo sin percatarte de la altura.

Entre ustedes la felicidad del siguiente día, de la semana próxima, se fragua en una noche como esta. ¿No fue así, de la misma manera como se creó el futuro, aún sabiendo que no existe? Miras cómo la vida no se cansa. Antes de dormir algo te inquieta pero al fin le dices ¿Qué quiero hacer? Quiero verlo. Ella pone tu mano en su vientre y te besa.

2

¿Cuál, cuándo?
¿Cuál beso, si nunca hubo beso mi flechadora del aliento?
A lo mucho una proximidad en la sombra de la noche
(mi muy dulce)
un extraer las palabras de los labios
un abandonarse
(en el sitio exacto del abrazo)
sin comprender
pero temblando
por cuánta claridad nos une.

3
Aquel día todo comenzó como fueron dichas las cosas, aunque al final no vienen resultando como las pensamos. Al final sólo hay una respuesta para las mismas cosas que se dicen una noche sin medir sus consecuencias. Ese día desayunamos, coincidimos nuevamente y todo fue normal. La normalidad le asusta, pero no lo sabías. ¿Qué nos une? Preguntaste sin obtener respuesta. ¿Así o más claro?

4
La doctora hace las preguntas de costumbre y la prepara; estás nervioso. La miras subirse a la cama, Paty enciende el monitor, comienza a ver, explora y dice: Todo bien, ¿quieren verlo?

Cuando Ella aparece en las pantallas nos enseña su pie, sus dedos que se abren, la pierna que se mueve iluminando el útero. El eco nuevamente la ilumina y muestra la cabeza mientras Paty toma las medidas magníficas del diámetro de la cabeza. Luego la imagen se detiene y vemos su rostro de frente. Paty busca y encuentra el cuerpo entero en una foto portentosa, mide la circunferencia exacta del estómago, después traza la línea de su fémur, hace un promedio y concluye que de los pies a la cabeza esto es un milagro.

Ahora escuchamos el corazón: la fosforescencia en la pantalla te estremece con sus pequeñas pulsaciones. Y como si hubieran hecho falta más señales, el dedo del pie es inconfundiblemente el suyo. Paty dice que no había visto un eco tan claro y así es, la claridad del dìa no podía ser más grande.

5

Hay un lugar donde no existen las preguntas.
Yo soy nada y todo
pero soy en ti, junto
a toda la oscuridad y la blancura que tu eres.
Elígeme tú.
No hay palabras
o sobran
y tù la miras llorar y tù haces lo mismo
porque nadie sabe
que estamos más vivos que nunca.

6
Ella en un instante asoma todo el cuerpo, levanta un brazo, mueve las piernas, se lleva la mano al rostro y sonríe. Es verdad. Nadie sabe que estamos más vivos que nunca .



lunes, septiembre 5

Hacia otro puerto

No me gustan las despedidas, les dije a los salvajes. Recién había escrito aquello en el blog cuando ayer lunes me levanté con una frase en la cabeza (¿verso, línea suelta, sueño, premonición, demolición?), ya será en otra esquina de la vida (otra, no ésta, de ésta no quiero saber nada).

Dèja vu: no soy esto.

Acabo de soñar un juego en donde todos corríamos por calles largas en contrasentido a los autos. Nos divertíamos.
Todos, como una sola locomotora encontrábamos senderos, regresábamos a las avenidas, todos en filas, como un tren, como un tren que con autónoma presteza estaba listo para correr a doscientos kilómetros por hora, por las puras ganas de correr, sin temor a estrellarse, pero corriendo en contrasentido como si ése fuera el objetivo, todos al unísono.
Era como volar sobre la tierra. Acaba de levantarme ese sueño. Sin embargo ahora estamos detenidos, descansando, en algún lugar de alguna ciudad en donde acontecerá algún temblor.
Ahora sucede el temblor y miramos cómo se derrumba la ciudad.
Ahora es cuando debo despertar.

Dèja vu: no vuelvo a usar metáforas para despedirme.